Hace unos días anduve como Pedro por su casa por el centro de la ciudad en busca de los famosos regalos de las mas chicas de la casa. Además del calor insoportable, la cantidad de extranjeros ofreciendo un sin numero de cosas me resultó por decir lo menos, abrumador. Por todos lados: lleve esto, lleve esto otro. De a poco fui perdiendo mi identidad y cuando creí caminar por mi país, de pronto ya no sabía ni mi nacionalidad, jejje.
Al fin y al cabo, te van absorbiendo con sus dialectos, comidas, raras costumbres de andar con las tipicas «chalas» pero con calcetas y cuando menos te das cuenta, ya eres uno de ellos. Bonjour.
Un chiste.
Saludos, Jean